miércoles, 2 de abril de 2014

Lo ruegan, no lo piden. Disléxicos apaguen armados y dejen de pensar en la dieta mediterránea. En la muchedumbre un mamífero sin ubres y sin descendencia Asturiana rememoraba anécdotas en el centro internado junto a su amigo. Amigo con nombre de prepucio sin sufijo. Con esa denominación la cosa pintaba pepino. La primera vista fue digna de póster con Blu-tack en pared de gotelé. La vivió como protagonista de peli de los 80, con su colega o colegote. Éste se dopaba, pero tenía claro su futuro en la corrupción con disfraz y coreografía. Y así conoció al fantasma. Lo presenció con un escalofrío y dolor en las nalgas. Como era buena persona lo celebró posteriormente mientras repasaba el sistema internacional de unidades. Pero en solitario, a capella. No contribuyó al pandilleo en balcón con representante zaragozano. Él amaba su tierra; incontrolada era su adicción a la intoxicación por ingesta de berberecho. Y se deslizó por la pista de baile como tragos por su gaznate. Simulaba patinaje sobre hielo. Me pregunté como hubiera sido esa práctica en otro terreno. Tierra batida, asfalto. Lo había visto antes... Me acordé de la moqueta y de la calefacción. Con buena luz, sería fantástico, seguro que hasta le sudaba el mostacho.

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